Ajedrez

Hace unas semanas, iba andando por las calles de Amsterdam, absorta en mis pensamientos, y con lágrimas en los ojos. Me atormentaban varias emociones a la vez, y no era capaz de gestionarlas bien. Estaba muy triste, enfadada, frustrada, ofendida, nostálgica, y un sinfín de adjetivos que no sabría ni cómo empezar a describir. Me habían pasado varias cosas a la vez, como siempre, y me encontraba sola en una ciudad que, a pesar de considerarla mi segunda casa, no dejaba de estar fuera de mi hogar.

Eso me hizo pensar en el ensayo del Chicago Tribune de Mary Schmich, popularmente conocido como “Usen protector solar” en el que se cita: “Lo que sí es cierto es que los problemas que realmente tienen importancia en la vida, son aquellos que nunca pasaron por tu mente, de ésos que te sorprenden a las cuatro de la tarde de un martes cualquiera”. Así que en un martes cualquiera empieza mi relato.

A pesar de que mi mente estuviera igual que el borrascoso y turbulento día que estaba despertando, pensé que debía salir y aprovecharlo lo mejor posible. Algo bueno tenía que sacar de todo ese espesor mental. Así que empecé a andar sin rumbo. Elegía las calles según me gustaran, evitando las rutas y calles ya conocidas. Necesitaba algo nuevo, diferente.

En una encrucijada, me vi dudando entre dos rutas que iban al mismo museo al que quería ir, pero algo me dijo que pasara por el camino más largo. Nada más empezar a andar entré en una plaza con una parte llena de porches donde quise refugiarme de la lluvia, y justo enfrente, cuando ya pude ver al limpiarme las gafas, vi un grupo de gente alrededor mirando algo en el suelo. Era un tablero de ajedrez a gran escala puesto para que la gente jugara en la calle. Las piezas sobrepasaban la altura de la rodilla de los jugadores. ¿Qué tipo de persona juega al ajedrez en plena calle a pesar de la lluvia y el frío? Es una de las lecciones que aprendí en ese viaje. A los holandeses no les frena la lluvia. Van en bici a pesar de llegar calados hasta los huesos. Van con los niños y la compra en ellas. La vida no se para por la lluvia. Nosotros formamos atascos monumentales, dejamos los planes para mañana porque sabemos que no tardará mucho en salir el sol. La vida no para, y eso deberíamos verlo nosotros.

La vida sigue, salga el sol o llueva la mayor de las tormentas.

 

Pero esa no es la historia de hoy. Volvamos al ajedrez.

Eran dos personas totalmente diferentes. A un lado, un hombre mayor, con pantalones rotos y chaqueta vieja marrón. Al otro lado, hombre más joven, con mochila y ropa cara; y lo que más me impactó, gente diversa viendo la partida. Me quedé un buen rato observando aquella escena que me impactó tanto. Mi mente iba revolucionada con miles de preguntas que esa imagen me sugería. Pensé en la frase de Oscar Wilde: “Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente solo existe”. ¿Era la vida justo lo que estaba viendo? ¿Dos personas juegan y el resto solo mira? ¿Es la vida un juego bajo la lluvia a ver quién aguanta más? ¿Hay jugadores que viven y observadores que solo existen en esta vida? ¿Soy un jugador, un observador, ambos, o ninguno? ¿Tomo yo las decisiones en esta vida o sigo las jugadas de otro? ¿Quién crea las normas? ¿Es el tablero nuestro sendero en la vida, y las piezas son las personas que tenemos a nuestro alrededor? ¿Usamos a las personas con nuestras decisiones para conseguir un fin, como usamos las piezas del tablero para vencer? ¿Es la vida una lucha entre riqueza y pobreza? ¿Juventud contra vejez? ¿Qué gana el que vence y qué pierde el derrotado? ¿Cuántas jugadas hacemos a lo largo de la vida? ¿Qué hacen los que observan? ¿Qué hacen los observadores cuando acaba la partida?

Livia Gonzalo