La cuerda guía

Lo que durante años y años había sido un mar en calma, de repente, sin saber muy bien la causa, éste empieza a moverse y agitar. De repente, pierdes de vista la tierra firme y te sientes a la deriva, desorientada y sin saber qué dirección emprender (¡qué sensación tan extraña y desagradable!). El cielo se oscurece, el agua se enfría y las olas te abofetean. Todo ello, hace que la parálisis y el miedo se apoderen de tu cuerpo y cada vez te sea más difícil nadar y pensar con claridad.

En intentos desesperados para mantenerte en la superficie, encuentras una cuerda guía que nunca habías visto antes. A pesar de no ser amante de las profundidades, le depositas toda la confianza (cuando hasta ahora no lo habías hecho casi con nada ni con nadie), te aferras, coges aire y te sumerges. De repente, te invade un silencio abrumador y te encuentras dentro ti, un yo tan conocido y desconocido a la vez.

Gracias a la cuerda guía, empiezas a recorrer rincones olvidados o incluso desconocidos del propio yo. Y te das cuenta que, muchas veces, en lugar de pensar mucho, es mejor dejarte llevar por la corriente y simplemente sentir y escuchar lo que te pide el cuerpo, aunque haga mucho tiempo que lo hayas dejado de hacer. Poco a poco, lo vuelves a aprender y es entonces cuando levantas la cabeza y vuelves a ver luz en la superficie. Despacio subes, sacas la cabeza, vuelves a llenar los pulmones de aire, abres los ojos y sonríes de volver a ver la costa. De buenas a primeras te encuentras con un paisaje aparentemente desconocido, pero con los días te das cuenta que lo que ha cambiado no ha sido el entorno, si no, simplemente, la manera de percibirlo. Por fin el mar vuelve a estar en calma, el Sol vuelve a calentarte la piel y puedes volver a disfrutar del placer de la vida; ahora, incluso, más intensamente que antes.

Perder el miedo me ha permitido, incluso, encontrar el gusto a sumergirme en las profundidades de mi propio yo.

 

Así que, si alguna vez no me encontráis, es que me he ido a hacer una inmersión.

Gracias, Dani, por hacerme de cuerda guía. Me siento profundamente afortunada de haberte encontrado.

Ester.