La maternidad no empieza sólo cuando tienes un niño/a, es un proceso complejo que en mi caso comenzó a estar presente antes de la concepción. A menudo escuchamos a alguna amiga o conocida que se ha quedado embarazada, pero ¿cuánto tiempo llevan intentando ser padres? y ¿cómo ha sido este proceso?
Mi deseo de ser madre apareció hace tiempo, y con mi pareja decidimos cuándo empezar a intentar ser padres. Fue un deseo conjunto y consciente, ni mejor ni peor que otros. A partir de aquí y con la ayuda de mi terapeuta, he aprendido muchas cosas, al mismo tiempo que he sufrido mucho, pues también he experimentado que, en ocasiones, el sufrimiento me ha llevado a aprender.
Sentir. He aprendido a identificar cómo estoy, cómo me encuentro y qué siento. He observado que mi tendencia parra no sufrir es dejar de sentir, cortar las emociones y congelarme, lo que hace que inconscientemente me muestre como si todo me fuera bien y no necesitara nada de nadie. El trabajo ha estado en parar y escuchar mi cuerpo, y con la práctica me he escuchado cada vez más. Sentir más el dolor también me ha supuesto sentir más su polaridad, la felicidad. Es lo que tiene sentir, que todos los registros los siento con más volumen. He aprendido que tiene cabida sentir emociones que a priori parecen opuestas, que puedo estar contenta y a la vez tener momentos de tristeza. Y así he aprendido que lo que siento en cada momento no cambiará ni desaparecerá y está bien así, no obstante, desde la conciencia de lo que siento, puedo escoger qué quiero hacer en cada momento con eso.
Respetarme y atenderme. Con una mayor escucha y conciencia de lo que siento, he conseguido contactar (aunque no siempre) con lo que necesito y lo que quiero, sólo desde aquí soy libre de escoger. He tomado conciencia de lo necesario que es respetarme y aceptarme para encontrarme bien. Ahora sé que respetarme es no forzar nada y aceptar cómo estoy. No juzgarme.
Expectativas y fantasías. Durante el proceso de la maternidad (incluyendo aquí el previo a la concepción), he ido observando la cantidad de expectativas y fantasías que tenía al respecto, y qué poco se ajustaban a la realidad. Sé que el cine, la publicidad y los personajes famosos nos venden escenas ideales de amor y felicidad, y lo mismo hacen con la maternidad. De manera inconsciente algunas me las había creído. Pero con lo que más sorprendida me he quedado, es cómo las personas que conozco tampoco explican todas las verdades. Tengo la sensación que explican los aspectos bonitos de la maternidad, que sin duda sé que son muchos, pero en cambio no explican los momentos más difíciles, o al menos no con la misma intensidad. Es obvio que cada persona vive el proceso del embarazo y la maternidad de una manera, mi experiencia me ha hecho ver que hay momentos difíciles y dolorosos, durante el embarazo y la crianza. Incerteza, miedo, cansancio, malestar físico, hormonas revolucionadas, renuncia absoluta de la mi vida anterior como mínimo los 2 primeros meses de vida del/la peque, y con todo eso cuidar al bebé (alimentarlo, cambiarle el pañal, vestirlo posiblemente más de una vez al día, bañarlo, masaje, dormirlo…). Cada niño/a es un mundo, la mayoría pasan por muchísimas fases, de manera que cuando una cosa empieza a funcionar y respiras, aparece otra cosa y vuelves a probar hasta que encuentras alguna manera, y vuelta a empezar. Diría que es un aprendizaje continuo que también conlleva momentos de agotamiento, frustración y malestar, por supuesto en esto también influye el estilo de crianza que decidamos llevar a cabo.
No obstante y volviendo al tema, ahora que mi peque ya tiene 4 meses y ya estamos más adaptados y tranquilos en casa, entiendo que tendemos a contar los momentos bonitos de la crianza porque todo son etapas y tendemos a escoger recordar las mejores y sobretodo el amor incondicional que sentimos hacía nuestros peques.
El control. Me he encontrado con la parte controladora de mi carácter, y con trabajo terapéutico he conseguido verla y aceptarla. He sido consciente de su utilidad en mi vida como, por ejemplo, en el ámbito laboral o en la organización de cualquier cosa que haga. También he descubierto que el control no entiende del deseo de ser padres, y ha sido un aprendizaje duro y doloroso. He aprendido que no se puede controlar cuándo ni cómo ser padres, ni tampoco cada aspecto del niño/a, que hay cuestiones que se escapan de mi voluntad. Y ahora que conozco más esta parte controladora que tengo, también sé que no desaparecerá, ni quiero que desaparezca, ahora conociéndola la quiero poner a mi servicio y utilizarla para aquellas cuestiones que escoja conscientemente.
He ido experimentando cómo cuidarme y relajarme me ayudan a dejar mi personaje de nena buena y correcta, que lleva implícito esta parte de control y autoexigencia. Control que me hace ser impaciente, conmigo y con los demás, y puede ser que esta paciencia sea el mayor aprendizaje al que prestar atención en la relación con mi peque.
Consejos que no pido. He tomado conciencia de los consejos que tendemos a dar a l@s amig@s sin que estos lo pidan. He tomado conciencia porque los he recibido en el mundo de la maternidad, y seguro que yo también los he dado en algún momento. Yo no he pedido consejos a mis amigas, sólo he necesitado sentirlas cerca, acompañándome y sosteniéndome cuando yo no he podido hacerlo. Simplemente poder hablar y que me escuchen sin nada más que comprensión y amor, no esperaba que me dieran ninguna solución. Sé que no hay mala fe, que todo recae en la dificultad que tenemos para sostener el malestar del/a otro/a, y que ante este no saber qué hacer, le damos el típico consejo mágico que no nos ha pedido pero que a nosotros nos hace sentir mejor, olvidando al otro. Aprendí a decir que no me ayudan estos consejos, y este fue un punto de inflexión en la relación con algunas amigas.
Para finalizar decir que, este proceso de búsqueda maternal me ha hecho crecer, me ha impulsado a abrir los ojos y verme con todas mis partes, porque todas me forman. Ha sido un camino largo, de picar piedra en algunos momentos y de muchos miedos y lloros en otros. He descubierto partes de mi que desconocía, que seguramente en algún momento aprendí a tapar, a ocultar o simplemente dejé de sentirlas por supervivencia, y verlas de nuevo ha sido duro. He removido mi interior, se han tambaleado aspectos de mi carácter que tenía como seguros y he dejado vibrar otros que reprimía porque en algún momento necesité que así fuera. Ahora trato de continuar trabajándomelo, pero con más compasión que hace un tiempo, compasión que también hago extensiva a los demás.
Y revisando lo que he vivido y lo que he ido trabajando en terapia al largo de estos cuatro años, ahora quiero escoger lo que le quiero dar a mi hijo. Y eso empieza por escoger cuidarme y atenderme, vivir el momento aquí y ahora, y valorar la vida. A partir de aquí trataré de hacerlo de la mejor manera que pueda, como también lo hicieron mis padres conmigo, consciente de mis limitaciones y de muchas otras que no dependerán de mi.
Una madre novata.